sábado, 4 de mayo de 2024

SU PALABRA ES COHERENTE CON SU VIDA

Normalmente sucede que los lideres no están en consonancia con sus palabras. Dicen lo que después frecuentemente no hacen. O al menos no hacen tal como dicen. Son líderes de barro y defraudan a su escuchantes y seguidores. Eso, lo sabemos, está a la vista de todos y todos – valga la redundancia – lo hemos comprobado y experimentado.

No es de extrañar, por tanto, que Jesús, que cumple su Palabra, avise a los que le escuchan y le siguen de que el camino es duro, difícil y muy molesto. Él lo ha recorrido primero y ha experimentado eso que dice ahora a los que le siguen. Sus palabras son estas: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado».

Sobran mis humildes palabras, pues más claro no se puede decir. Avisados, pues, estamos y no nos extrañe que venga sobre nosotros días de pena, de tristeza y de sufrimiento. Pero no perdamos de vista que el final será la Gloria Eterna porque, como Jesús, en Él resucitaremos y venceremos.

viernes, 3 de mayo de 2024

UN CAMINO QUE NOS ENSEÑA LA VERDAD Y LA VIDA

No podemos conocer a Jesús ni encontrarnos con Él en un instante, tampoco en unos días ni siquiera durante vamos de camino con Él. Jesús es todo nuestro camino, toda nuestra verdad y vida. Y eso quiere decir que durante todo nuestro camino iremos conociéndole mejor, aprendiendo de Él la verdad de la vida, precisamente de nuestra vida y de la vida en relación con los demás.

Jesús es la Roca que nos sostiene y nos fortalece. Nos mantiene en pie y nos invita a caminar apoyados en su presencia y su poder. Jesús es la Verdad que nos alumbra, que nos pone en dirección correcta, sin error, en plenitud y llena plenamente todo el sentido de nuestra vida. Y Jesús es la Vida que nos hace vibrar, que nos llena de emociones, de gozo y alegría. Es la Vida viva que nos eterniza y nos da plenitud de felicidad junto a Él.

Jesús es, por tanto, Camino, Verdad y Vida, y solo en Él encontraremos verdadero sentido a nuestra existencia, a nuestro ser y a nuestro deseo de felicidad. Orar, celebrar e imitar a Jesús son las tres puertas – dice el Papa Francisco – que hay que abrir para encontrar el camino, para ir hacia la verdad y la vida.

Caminar con Jesús es caminar también con el Padre. Porque, el Padre está en Jesús y Jesús está en el Padre. Conocer a Jesús es conocer al Padre, son sus mismas palabras las que nos lo dicen: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?».

jueves, 2 de mayo de 2024

IMITANDO A JESÚS EN SU AMOR CON EL PADRE

Esa es nuestra meta y debe ser nuestro deseo: Imitar a Jesús para que nuestro amor sea como el que Él tiene con su Padre. Porque, ese es el testimonio que Jesús nos da, el que amemos como Él ama a su Padre. Y es que así nos ha amado Él, hasta el extremo de dar su Vida por nosotros cumpliendo la Voluntad del Padre. 

Ahora, ese Amor entre el Padre y el Hijo se extrapola a sus discípulos y a través de ellos a todos nosotros. Jesús nos ama de la misma manera que lo ama el Padre. Es decir, el Amor de su Padre Él nos lo transmite a nosotros de igual forma. Y así nos pide a nosotros que también lo transmitamos a los demás.

Queda bastante claro según sus Palabras: (Jn 15,9-11): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado».

miércoles, 1 de mayo de 2024

UNIDOS A JESÚS COMO EL SARMIENTO A LA VID

Es la única forma de dar frutos, ser alimentados de la Savia que da la Vida, nuestro Señor Jesús. Sin permanecer injertado en Él nuestros frutos serán frutos de perdición, de codicia, de vanidad, de poder, de riqueza o de desamor. Frutos que nacen de estar en y con el mundo, demonio y carne, los tres grandes peligros del alma. 

Nuestra experiencia nos dice que nuestro camino por este mundo debe estar siempre apoyado en alguien. También, nuestra experiencia nos va descubriendo que hemos crecido y alcanzado el desarrollo apoyados en la familia y en muchos otros que nos posibilitan llegar a nuestra madurez. De una u otra forma caminamos apoyados en alguien.

Siempre tendremos, por mucho que tratemos de evitarlo, el impacto hiriente de la vida diaria. Nunca estaremos a salvo de peligros y dificultades con las que la vida nos amenaza y siempre necesitaremos el apoyo de alguien que nos ayude a superar esos obstáculos. Y sabemos que el mundo, demonio y carne no son garantía de bien sino todo lo contrario, nos llevan al desaliento y a la perdición. Tratan de seducirnos par luego hundirnos y perdernos.

Sin embargo, la experiencia de saber que injertados en Jesús tenemos la esperanza de fortalecernos y superar todos esos peligros y amenazas nos llena de esperanza y de ánimo. Es precisamente eso lo que necesitamos, unirnos a Jesús e injertarnos en Él para dar frutos de amor y misericordia. Esa son precisamente sus últimas palabras del Evangelio de hoy miércoles: … Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».

martes, 30 de abril de 2024

LA MUERTE HA SIDO VENCIDA

Hay muchos que no quieren entenderlo o no quieren desechar lo que el mundo, «el príncipe de este mundo» les ofrece. Es evidente que aceptar lo que el mundo ofrece es mucho más fácil, atractivo y placentero que mirar la Cruz que Jesús pone delante de ti. Pero, es evidente también que lo que el mundo te ofrece es cosa de poco tiempo y, en el mejor de los casos, se acaba y te deja siempre igual de insatisfecho. Es más, te esclaviza y te tiene siempre, como si de una droga se tratara, corriendo detrás esa ficticia y ese espejismo de felicidad.

La felicidad no está en la fama ni en las riquezas o poder.  Simplemente está en el Amor. Un Amor misericordioso que nos ama y nos da la vida eterna. Un Amor que es Padre, Hijo y Espíritu Santo y que nos ama y que, en el Hijo y Espíritu Santo refuerza nuestra fe y nuestra esperanza. Pidamos al Señor, confiados en su amor misericordioso que nos dé confianza para vencer las tribulaciones porque Él ha vencido al mundo.

lunes, 29 de abril de 2024

UN DIOS ALCANZABLE DESDE TU PEQUEÑEZ

Solo desde lo pequeño podemos llegar a lo grande. Todo, incluso lo grande, empieza desde lo pequeño. Y solo siendo pequeño puede ir construyendo lo grande. La propia experiencia que la vida nos va dejando nos alumbra esa premisa de nacer de lo pequeño. Nuestro propio desarrollo empieza de un embrión gestado en el seno de una madre y, tras su desarrollo, llegar a ser una gran persona. Es decir de lo pequeño a lo grande.

De la misma forma no podremos llegar a Dios si no partimos de nuestra pequeñez. Reconocernos pequeños, limitados y simples criaturas será imprescindible para confiar y fiarnos de nuestro Padre Dios. Solo el misterio de Dios le es revelado a la gente sencilla, pequeña y humilde. El soberbio, engreído y suficiente se queda en sus lucubraciones, divaga y no pasa de ahí. No acepta nada que no sea digerido y razonado por él. El misterio de Dios le queda muy lejos para su intelectualidad. Se pierde en su misma soberbia y se cierra al misterio del Dios Creador y Redentor.

Por el contrario, cuando entendemos y aceptamos nuestra condición de hijo, de pequeño y necesitado, confiamos en las palabras de nuestros padres. Depositamos en ellos nuestra confianza y seguimos sus órdenes. De la misma manera, considerándonos criaturas de nuestro Padre Dios, pequeños y llenos de humildad nos abrimos y escuchamos su Palabra aceptándola desde lo más profundo de nuestros corazones.

Y es cuando experimentamos que nuestra carga se hace más ligera y nuestro yugo menos pesado. Porque, seguir al Señor injertado en el Espíritu Santo, tal y como decíamos ayer domingo, seremos capaces de aligerar y soportar nuestra carga y nuestro yugo. Y todo por una sencilla razón: Somos consciente de que Dios, nuestro Padre, va con nosotros, está pendiente de nosotros y nos fortalece en nuestro empeño de ser fiel y obediente a su Palabra y asiduos a relacionarnos con Él a través de nuestro diálogo – oraciones –.

domingo, 28 de abril de 2024

UNA CONSTANTE EN LA VIDA: PERMANECER

Nuestra permanencia está estrechamente relacionada con nuestra fe y unidad. Si decimos que permanecemos estamos entendiendo que relegamos a un segundo plano aquello que no es esencial y que, por tanto no nos impide estar unidos y darnos mutuamente desde nuestra fe en el Señor. Solo podemos permanecer desde la unidad y fe en la Persona de nuestro Señor Jesús. De modo que cuando nos separamos, por las razones que sean estamos poniendo en peligro y tela de juicio nuestra permanencia en el Señor.

Resulta que si damos prioridad a nuestras razones, a nuestros intereses, a nuestros egoísmos y pasiones chocamos unos con otros. Y nuestra mutua permanencia se resquebraja y divide. Permanecer es afirmar que se puede contar con nosotros porque todo lo demás queda afuera. Nos despojamos de nosotros para permanecer en el Señor como Él permanece en nosotros

Eso fue lo que sucedió en aquellos momentos de la Pasión del Señor. Los apóstoles, aunque se escondieron y dejaron a Jesús solo, permanecieron juntos y unidos. Jesús, cuya permanencia en nosotros es garantía de su Palabra, se les aparece cuando están reunidos. Posiblemente sea esa una razón más de la necesidad de la Iglesia que nos convoca a eso, a permanecer unidos en la fe, y en el compromiso mutuo del amor que Jesús nos declaró en aquella última cena del lavatorio de los pies.

Experimentemos que en el compromiso de permanecer unidos está el Señor. Sus Palabras no son bien conocidas: «ámense unos a otros como yo los amo», porque, el Señor, ha Resucitado y continúa permaneciendo entre nosotros. Permanezcamos también nosotros injertados en el Señor, unidos a Él y a los hermanos haciendo verdadero cumplimiento de su mandato: «Ámense unos a otros como yo los he amado»